14 feb 2009

Sardinas a 6 céntimos el kilo, a la basura, o cómo acabaron ahí por no pagarlas a un precio justo


¿A quién no le gusta comerse unas sardinitas regadas con un buen blanco o sidra, sentado en una terraza al sol o en casa? Deliciosas.
Bueno, lógicamente las sardinas no aparecen de la nada, necesitas que alguien salga a la mar a pescarlas, que tenga un barco, que pague el combustible, a la tripulación, que meta sus horas y que vuelva con la pesca. Todo ello se merece que se pague de una manera justa, como cualquier trabajo, algo de lo que muchos no son conscientes, o no quieren serlo.
El comentario viene a cuento de la noticia aparecida hoy en Cantabria:

Noticia extraída de El Diario Montañés

A ese precio, a la basura

El patrón del cerquero 'Madre Trinidad' tira al contenedor 7.000 kilos de sardinas por las que sólo le ofrecieron en la Lonja de Santander 6 céntimos por kilo. Ayer, en una gran superficie de Santander las sardinas estaban a la venta a 2,95 euros el kilo.

«A seis céntimos el kilo es una sinvergonzonería. Pagar ese precio por pescado tan fresco que llegaba vivo a la lonja es ridículo. Y decidí retirarlo». Con las mismas, Alfredo José Martín, patrón del 'Madre Trinidad', ordenó arrojar a los contenedores las casi seiscientas cajas de sardinas que sus tripulantes habían capturado ayer de una largada a las cinco de la madrugada.
Aquellos casi 7.000 kilos de sardinas deberían haber valido en lonja como poco 2.100 euros si tan siquiera se les hubiera pagado el precio mínimo estipulado, que es 0,30 céntimos el kilo. A seis céntimos habría reportado a las arcas del 'Madre Trinidad' 420 euros, escuálida paga para repartir entre los doce tripulantes que lleva a bordo este cerquero. Con ese dinero ni siquiera hubieran tenido para pagar la obligada limpieza de los recipientes en los que se alija el pescado a la lonja.
La semana pasada se estaba pagando la sardina en primera venta a entre 18 y 20 céntimos, un precio por el que los armadores ya tuvieron que pasar a regañadientes. Esta vez, «a esa cantidad tan ridícula de seis céntimos, ni quise poner el pescado», señala el patrón. Toda su pesca de la jornada fue directamente a la basura, y de ahí al vertedero de Meruelo. Toda, salvo unas cuarenta cajas, que Martín repartió entre varias instituciones benéficas de la ciudad.
«Sólo soltar el barco me cuesta mil euros, que es lo que se me va por la chimenea», explica Martín, un experto pescador de cuarenta años que lleva en la mar desde los 16. Suficiente experiencia como para asegurar que «como ahora no ha estado nunca la pesca».
Lamenta que después de una semana sin poder salir a causa de los temporales, y con capturas «tan frescas que llegó viva a la lonja», se trate así al pescado y al pescador. «Así no se puede seguir. Nos morimos de hambre», afirma. «No puede ser que la sardina se esté pagando hoy a lo mismo que se pagaba hace quince años. Algo va mal. Los compradores quieren sacar el máximo jugo al pescador, y así no puede ser».
Son malos tiempos. Martín no quiere señalar a nadie como responsable -«importaciones, compradores, pescadores... yo que sé», murmura-; sólo habla de lo de ayer: «La nuestra y la de otro barco era la única sardina fresca que entró en toda Cantabria. Y aún así la pagan a seis céntimos el kilo. No me cuadra», se lamenta.


Y sucede lo mismo con agricultores o ganaderos.

Yo que ellos, me constituía en cooperativas. Ellos ganarían mucho más y los consumidores pagaríamos menos por unos productos que cuesta un trabajo el obtenerlos.

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Te quiero, Pi