Un físico español logra crear un programa informático que detecta las olas 'asesinas'
Hasta hace unas décadas las olas gigantes eran consideradas leyendas de taberna de los puertos. Pero la tecnología –satélites, boyas e investigaciones oceanográficas– han permitido detectar olas enormes, llamadas también asesinas, capaces de hundir un gran barco, destruir una plataforma marina o romper un dique portuario.
Los cuantiosos daños, pero también el afán por conocer la dinámica de los océanos y diseñar un sistema de alertas, han llevado a la elaboración y comercialización de un programa informático que conectado al radar del barco, proporciona detalles de la altitud de las olas gigantes y su aproximación en un rango de tres a ocho kilómetros.
José Carlos Nieto, físico, profesor de Teoría de la Señal de la Universidad de Alcalá de Henares, ha participado desde el origen en el diseño del programa Maxwave (ola máxima) desarrollado en colaboración con el Instituto Científico de Alemania GKSS. Su venta la tiene en exclusiva la empresa alemana Ocean Wave, que lo acaba de presentar en Hawai.
Las olas gigantes pueden llegar a ser muy destructivas y no siempre obedecen a los mismos patrones físicos. Según Nieto, existen tres tipos: las que se producen contra las corrientes como las existentes en la costa oriental de Sudáfrica; las que tienen su origen en temporales y avanzan por los océanos; y las más peligrosas: aquellas que se crean en solitario y causan los mayores estragos.
«Son las más difíciles de detectar y predecir pero estamos avanzando en su estudio», señala el físico. Una de las teorías que se investiga es la posibilidad de que se formen «robando energía a la precedente y posterior, creciendo de tal manera que se hace una auténtica montaña de agua en un mar relativamente tranquilo».
Las olas asesinas pueden llegar a medir hasta 30 metros de altura, calculando desde el valle hasta la cresta. Una de esa dimensión tuvo lugar en Tasmania. Otras han hecho desaparecer barcos de 295 metros de eslora, como el Derbyshire, que se fue a pique con 44 tripulantes en 1980 en las costas de Japón.
La mazarcuta vive en un agujero, en el fondo del mar. Come casas, coches y papás. Es muy larga y enorme. (Ioannes, 5 años).
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